PERIODISTAS
INTRODUCCIÓN
Hubo un tiempo en que el periodismo solía ser una disciplina ampliamente reconocida y respetada. Los periodistas eran nuestros ojos y oídos no solo sobre lo que acontecía más allá de los límites del barrio, sino también, eran nuestras miradas atentas sobre las acciones de gobernantes, funcionarios y de todos aquellos que, de una forma u otra, tenían en sus manos los destinos del país.. Confiábamos en ellos; creíamos en que las cosas eran así como las narraban. Tal vez éramos inocentes y pecábamos de ingenuos, pero no dudábamos de sus palabras.
Hoy, la información nos llega a tal punto manipulada por opiniones sujetas a intereses sectoriales, contaminada con oscurecimientos y sembrada de falsedades, que la veracidad, pilar de la actividad periodística, está en franco cuestionamiento, y es por ello que me propuse realizar esta serie de apuntes basado en mi experiencia como oyente de los programas que intentan mostrarnos la actualidad en radio y televisión mediante columnas, editoriales y entrevistas
Confieso que antes de la pandemia no era un
fanático de dichos programas. Apenas si en la mañana temprano, mientras
desayunaba, recorría en la Web algunos portales de noticias (locales y del
exterior), como para mantenerme informado sobre las últimas novedades de lo que
sucedía en el planeta; y por la noche, si pintaba, deambulaba un rato por los
programas de entrevistas en la televisión. En fin, lo necesario como para no
aislarme de los últimos acontecimientos (nótese que no digo de la realidad) en
el país y en el mundo. Pero con el advenimiento del Covid, ansioso por
encontrar una respuesta a las mil y una dudas que me despertaba el virus (la
incertidumbre suele ser más inquietante que una certeza funesta), me convertí
en un aplicado consumidor de las emisiones en las cuales se tratara el tema.
Comencé haciendo zapping radial en la primera mañana, otra vez mientras desayunaba,
lo mismo durante mi hora de entrenamiento diario; y por la noche zapeaba[1], entre
señales de aire y cable, con la esperanza de encontrar algo de claridad en
medio de una sucesión histérica de noticias, comentarios, opiniones,
acusaciones y denuncias .
Después de un tiempo, empachado con tanta palabrería insustancial en editoriales monocordes, entrevistas complacientes y opiniones erigidas en noticias, perdí toda esperanza de obtener información relevante sobre el tema que me preocupaba. Fue entonces que poco a poco, sin haberlo premeditado, casi a modo de esparcimiento, comencé a depositar mi atención sobre el periodista antes que en el entrevistado: la actitud que adoptaba durante los reportajes, el sentido de las palabras empleadas en las entrevistas o los editoriales, el énfasis con que pronunciaban algunos términos dentro de una frase, la relevancia que le otorgaban a determinados temas y el oscurecimiento (cuando no directamente el ocultamiento) de otros; resumiendo, en todo aquello que hace a la comunicación más allá del palabrerío con el cual hacían correr los minutos. Procedimientos y actitudes que, por haberse generalizado, las consideramos prácticas normales, y no reparamos en ellas, pero que, sin embargo, contaminan, oscurecen y corrompen el objetivo principal del oficio, cual es: informar.
No trato sobre peronistas contra antiperonistas,
liberales contra populistas, conservadores contra progresistas, republicanos
contra autoritarios (o autocráticos, término que ahora se ha puesto de moda
después de haber sido empleado por el presidente Biden), periodismo militante
contra el autodenominado independiente; ni siquiera sobre el periodismo
corporativo contra el periodismo de a pie. Trato sobre el modo en que buena
parte del arco periodístico local ejerce el oficio.
Pareciera que estamos ante una nueva disciplina,
algo así como pos-periodismo o neo-periodismo por medio del cual el relato
ocupa el lugar de la información
Muchos preguntarán ¿quién es este tipo
que tiene la osadía de opinar sobre el desempeño de reputados representantes de
la comunicación? ¿Y por qué no habría de hacerlo? Al fin de cuentas escuché infinidad
de entrevistas, columnas y editoriales de reconocidos y muy promocionados
periodistas que en nada superan en rigurosidad intelectual y en coherencia de
pensamiento a lo que suelo oír en ronda de amigos compartiendo un café, en la
fila ante la caja de un supermercado o en boca de un taxista parlanchín.
LA SERIE
1. ¿Por qué los periodistas
interrumpen a sus entrevistados?
2. Sobre mentiras y
mentirosos
3. ¡Ah! Los prodigiosos
potenciales
4. ¿Editoriales o proclamas
partidarias?
5. ¿Por qué los periodistas tienen coronita?
6. ¿Argumentos o adjetivos?
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