domingo, 24 de enero de 2021

Emprendimiento

 


EMPRENDIMIENTO 

CRÓNICAS DE LA CIUDAD

 

 

La vi por primera vez hace ya largos años.

Era una mujer de edad dudosa; tanto daba afirmar que cursaba los treinta como los cincuenta. Alta, flaca, sin garbo alguno, su pelo negro y corto, peinado hacia atrás, lucía opaco y descuidado. El rostro afilado, con las mejillas hundidas y pómulos salientes, era como una máscara que no expresaba emoción alguna. Sus labios, fuertemente apretados, dibujaban una fina línea casi imperceptible, y dos profundos surcos se deslizaban desde las aletas nasales hasta la comisura de la boca, como si hubiesen sido tallados sobre la piel curtida de un tono terroso. Sólo sus ojos delataban alguna emoción: negros, de mirada intensa, desafiantes, saltaban en sus órbitas de un lado a otro, atentos a cuánto sucedía en su derredor, como un ave de rapiña rastreando una presa. Enfundada en un abrigo marrón arratonado, largo hasta casi los tobillos, parecía una figura de terracota que había cobrado vida. Así y todo, su presencia irradiaba una cierta dignidad