domingo, 21 de noviembre de 2021

 


¿FEMINISMO?: NUNCA MEJOR EXPRESADO

 

Hoy, que el término feminismo ha perdido el vigor de otrora, cuando cobraron identidad los primeros movimientos (la primera ola a principios del siglo XX, la segunda en las décadas de los 60’s y 70’s), me permito transcribir un tramo de la novela El Arco Iris, de D.H. Lawrece, publicada en el Reino Unido en ¡1915!

“Úrsula sólo tenía que pasar dos trimestres más en la escuela. Estudiaba para lograr su diploma: trabajo árido, puesto que faltaba inteligencia cuando estaba privada de dicha. Consciente de su destino inminente, se aplicaba con tozudez, sin entusiasmo. Sabía que bien pronto debería afrontar sus responsabilidades y temía que se lo impidieran. Una voluntad secreta exigía en ella una independencia completa: independencia social e individual de toda autoridad personal que la obligara a proseguir sus estudios sin que le interesaran particularmente. Pues ella conocía el precio de su rescate: su femineidad. Siendo mujer, es decir, diferente al hombre, siempre obtendría del resto de la humanidad lo que no podría obtener como ser humano, como camarada. Sentía en su femineidad una riqueza secreta y una reserva que siempre le permitirían pagar su libertad.

Sin embargo, se reservaba este último recurso. Primero tenía que buscar otros medios. Había que aventurarse en el mundo misterioso de los hombres, el mundo del trabajo cotidiano y del deber y la existencia como miembro activo de la comunidad. Contra ésta, experimentaba un sutil resentimiento. Ella quería conquistar su lugar en el mundo de los hombres.”


martes, 9 de noviembre de 2021

 


“...la mala fe no conserva las normas y los criterios de la verdad tal como los acepta el pensamiento crítico de buena fe. En efecto: lo que ella decide primeramente es la naturaleza de la verdad. Con la mala fe aparecen una verdad, un método de pensar, un tipo de ser de los objetos; y este mundo de mala fe de que el sujeto se rodea de pronto tiene por característica ontológica que en él el ser es lo que no es y no es lo que es. En consecuencia, aparece un tipo singular de evidencia: la evidencia no persuasiva (cursiva en el original). La mala fe capta evidencias, pero está resignada de antemano a no ser llenada por esas evidencias, a no ser persuadida y transformada en buena fe: se hace humilde y modesta, no ignora –dice- que la fe es decisión y que, después de cada intuición, es preciso decidir y querer aquello que es. Así, la mala fe, en su proyecto primitivo y desde su surgimiento, decide sobre la naturaleza exacta de sus exigencias, se dibuja toda entera en la resolución que toma de no pedir demasiado, de darse por satisfecha cuando esté mal persuadida, de forzar por decisión sus adhesiones a verdades inciertas.”

Jean-Paul Sartre, El Ser y la Nada