UN CAFÉ DE MIERDA
CRÓNICAS DE BUENOS AIRES
Sucedió en agosto del 2019. Era una tarde
soleada de invierno. Iba por la avenida Callao, hacia Rivadavia, dispuesto a
tomar el subterráneo de la línea A. Una brisa suave del sur acariciaba las
calles de la ciudad, y tal vez por eso la atmósfera se apreciaba más límpida y
liviana que de costumbre. El sol, un disco, apenas teñido de anaranjado pálido,
contrastaba con el celeste intenso del cielo sin una sola nube. A la sombra, el
frío se hacía sentir en manos y rostro, pero bajo los rayos del sol se
experimentaba una sensación de amable calidez.
Un par de cuadras antes de llegar al
edificio del Congreso me topé con el local de una cadena de cafeterías, a cuyo
frente, en la vereda soleada, había dos mesas libres.