domingo, 26 de julio de 2020

¿Y DESPUÉS QUÉ?



“Las epidemias son una categoría de enfermedad

que parece mostrar el espejo a los seres humanos

sobre quiénes somos realmente”.[1]

 

Era mi intención destinar este módulo del blog a una serie de apuntes sobre sucesos cotidianos, a los que no solemos prestarle mayor atención por considerarlos parte de nuestra ‘normalidad’, si bien, a poco de depositar en ellos una mirada más atenta, nos revelan una nueva perspectiva de la realidad.

Pero las circunstancias actuales frustraron mi propósito. “Si quieres hacer reír a Dios, cuéntale tus planes”, dijo alguien.

Tenía unos pocos años de edad cuando la epidemia de poliomielitis (1956) (enfermedad para la cual aún no existía una vacuna), no obstante, recuerdo con claridad el miedo de mis padres por lo que pudiera sucedernos a mi hermana y a mí. Pasaron muchos años de aquello en cuyo transcurso padecimos otras epidemias, pero ninguna nos ha conmocionado como la presente. Es que el Covid-19 afecta, además de la salud, a todo lo que formaba parte de nuestra normalidad: saludar con un beso, estrecharnos la mano, compartir el mate, reunirnos en familia o en torno a la mesa de un bar con amigos, ir al cine, al teatro, a conciertos, a eventos deportivos, tener sexo casual, y tantas otros actos en los que nuestros cuerpos ambicionaban el contacto del otro, como parte de una rutina vital.

Pero ahora, el otro y nuestro entorno se han transformado en algo peligroso, imponiéndonos el distanciamiento y el confinamiento como las respuestas más efectivas de preservación. Vaya paradoja, la civilización super desarrollada recurriendo a las mismas prácticas empleadas desde hace siglos para enfrentar las epidemias.

Las pandemias asolaron periódicamente a la humanidad a lo largo de toda su historia, y cada uno de esos procesos dejaron su impronta, creando nuevas realidades, a las cuales, paulatinamente, las sociedades se fueron adaptando hasta incorporarlas como parte natural de un nuevo orden.

La peste de Atenas, en el siglo V aC, facilitó el surgimiento de Esparta como el estado dominante en el Peloponeso. La plaga de Justiniano[2], que azotó el Imperio Romano de Oriente en el siglo VI, contribuyó a la decadencia de los mercados urbanos, de las comunicaciones y del gobierno, abriendo las puertas a diversas invasiones bárbaras, desbaratando los planes de Justiniano, obsesionado por restaurar el Imperio Romano. La peste negra[3]considerada como la pandemia más devastadora de la historia de la humanidad[4]que hacia fines del siglo XIV asoló Europa, acarreó la desaparición del comercio, la gente se fue al campo, abandonando las ciudades, y afectó tanto a reyes como a pordioseros. Muchos autores le atribuyen la declinación del régimen feudal y la consecuente aparición del Renacimiento. La gripe española[5] de 1918, que causó tantas muertes como la 1º guerra mundial, provocó una profunda depresión en la economía y restringió los movimientos migratorios por largo tiempo.

Siguieron otras epidemias: la del HIV (1981), que estimuló la estigmatización de la comunidad gay en la sociedad e indujo cambios de hábito en las conductas sexuales, algunas de las cuales persisten hasta nuestros días; la del SARS en 2002; la de la gripe N1H1 (2009), que resucitó los temores de la gripe española; la del ébola (2014 – 2016) en África; la del zica (2016) a raíz de la cual se pensó en suspender los Juegos Olímpicos, y ahora, la del Covid-19, cuyas consecuencias aún no conocemos, aunque sí podemos afirmar que no saldremos de ella tal como ingresamos.

“[...] Los desastres no son fines, sino transiciones irreversibles [...] Siempre son algo menos que una extinción. La catástrofe, por su propia naturaleza, no llega a su finalidad. Es el final de algo, pero nunca el final de la humanidad.”[6]

En todo el mundo asoma un intenso debate entre distintas narrativas y una enconada disputa por quién se apropia de la narrativa final.

Los más optimistas auguran la muerte del orden neo-liberal y de la dictadura de los mercados, y presagian el advenimiento de los estados de bienestar; los ambientalistas hablan de un mundo verde, dónde las prioridades estarán depositadas en el cuidado del medio ambiente; los nacionalistas predicen el fin de la globalización y del multiculturalismo, para dar lugar al nacimiento de un nuevo orden basado en restricciones a la inmigración, el rescate de los valores tradicionales y la recuperación de la soberanía nacional; los humanistas promueven la colaboración entre las naciones y la recuperación de la esencia social del hombre, fundada en la noción de una única naturaleza humana, común a todos los seres; los liberales proclaman la preeminencia del individuo y previenen sobre la proliferación de estados autoritarios (‘populistas), que conspiran contra las libertades civiles. Están, también, quienes anuncian el derrumbe de la Unión Europea, el fin de la hegemonía estadounidense y el surgimiento de China, ocupando su lugar, con nuevos roles para Rusia, India y Corea del Sur, en el concierto de las naciones

Éstos, entre otros, son sólo algunos de los desafíos que la humanidad deberá enfrentar una vez que el COVIT-19 se convierta en una enfermedad controlable o se haya desarrollado una vacuna.

Obviamente, en nuestro país, no podremos sustraernos a ese nuevo contexto internacional, el cuál, gracias a nuestra creatividad, hemos sabido enriquecer con algunos condimentos de propia cosecha: la deuda, la ‘grieta’ y el dólar ‘blue’. Sí, somos adictos a las emociones fuertes

Conjeturar sobre un futuro posible en el marco del comportamiento humano, si bien puede ser un ejercicio entretenido (aunque para muchos constituye un pingüe negocio) nunca es inocente, y mucho menos neutral.

Cada individuo tiene su propio modo de ver y entender al mundo que lo rodea, razón por la cuál todas nuestras opiniones estarán, sin duda, teñidas con preconceptos, ideologías, intereses, tabúes o ambiciones particulares.

Aún así, con estas suspicacias a cuestas, estimo posible extraer algunas conclusiones, con cierto grado de ecuanimidad, examinando las conductas, previas y durante la pandemia, adoptadas por los distintos grupos de poder, en la pugna por controlar la política y la economía del país. Pero como las ambiciones no siempre se traducen en acciones directas inmediatas, cobran relevancia las operaciones mediáticas llevadas a cabo por medio de sus ya reconocidos comunicadores.

“Nada se crea, nada se destruye, todo se transforma”.[7] 

Esta frase, orientada a describir el comportamiento de los procesos en la naturaleza, bien puede aplicarse al ámbito social. de suerte que, el rumbo que tome el país superado este evento, será condicionado por los sucesos que le precedieron.

Veamos, entonces, la evolución de los hechos.

Cuando Cristina Fernández designa a Alberto Fernández como el candidato a la presidencia, optando por asumir un rol secundario en la fórmula, prácticamente la totalidad del espectro político, algunos con entusiasmo otros a regañadientes, elogiaron la ‘jugada’ estratégica de la ex presidenta.

"Esta fórmula que proponemos estoy convencida que es la que mejor expresa lo que en este momento en la Argentina se necesita para convocar a los más amplios sectores sociales y políticos y económicos también, no solo para ganar una elección, sino para gobernar", expuso en el mensaje anunciando su decisión.

Ello posibilitó que los gobernadores peronistas, (denominación que abarca un extenso arco de posiciones políticas: desde una centro-izquierda progresista hasta una derecha liberal, demasiado cercana al neoliberalismo), la CGT, movimientos sociales, partidos y agrupaciones políticas otrora enemistados entre sí o con la ex presidenta, en fin, todos aquellos que veían en Macri y en su concepción neoliberal, al principal y excluyente enemigo, concurrieran en apoyo a dicha fórmula .De hecho, durante la campaña electoral, abundaron las declaraciones por parte de dirigentes del Frente de Todos en el sentido de cerrar la grieta.

Conocida la diferencia insalvable que alcanzó el binomio Fernández, Fernández en las PASO, el entonces candidato a presidente hizo mención a una nueva era en la que todos, sin excepción, serían convocados a la tarea de superar la crisis que asolaba al país: “Conmigo se terminó la grieta...”, declaró ante un grupo de periodistas (11-08-2019).

Una vez definida la elección en la primera vuelta,, la oposición, sea porque consideraban que Alberto Fernández formaba parte de ese sector del peronismo, al que califican de ‘racional’, lejano de las posiciones radicalizadas que atribuyen al cristinismo, o bien, porque demoró en reponerse de una derrota impensada y catastrófica, no opuso mayores reparos a los primeros pasos dados por el nuevo gobierno.

Por aquellos meses, la deuda era la principal preocupación. Las declaraciones del presidente, donde expresaba su firme disposición a cumplir con los compromisos contraídos por el país durante la gestión anterior, los encuentros cordiales con los líderes de las naciones del primer mundo, las conversaciones con las nuevas autoridades de FMI, fueron tomadas por los ‘mercados’ como señales auspiciosas y suscitaron una expectativa favorable en el mundo de los negocios. Alababan la distancia que Alberto Fernandez parecía tomar del kirchnerismo, al punto en que algunos comunicadores, afines a las huestes opositores, hablaban de un nuevo espacio: el albertismo.  

Durante poco más de 30 días fuimos testigos de una corta primavera, hasta que una serie de medidas, tildadas de populistas despertaron las primeras críticas.

Si con Macri el país estaba parado, ahora va marcha atrás, señaló Eduardo Feinman (17-02-2020); Alfredo Leuco sentenció (02-03-2020): “De arranque nomás, Alberto Fernández mostró una de sus peores características: la hipocresía. Es un experto en el rubro de la simulación para disfrazar su verdadero pensamiento [...]”; Willy Kohan, en el programa Cada Mañana que conduce Marcelo Longobardi, (02-04-2020), se preguntó: “¿Manda el Instituto Patria, manda la Casa de Gobierno?...”; Sergio Berenztein declaró en el mismo programa (03-04-20): “Estamos ante un inicio decepcionante del gobierno de Alberto Fernández”; y así podríamos seguir listando editoriales. El sector económico-financiero concentrado se estaba haciendo oír.

En el gobierno, los más optimistas pecaron de inocentes al suponer que podían seducir a sectores de la oposición y a los grupos dominantes de la economía y las finanzas, mediante la conformación de un gabinete que les resultara digerible, la convocatoria al diálogo, una actitud ‘tolerante’ para con los estamentos de poder y el esfuerzo por diferenciarse de la administración kirchnerista, ostensible tanto en lo discursivo como en las actitudes de todos los funcionarios. Sin duda no interpretaron el sentido primordial de la grieta y, consecuentemente, la necesidad de mantenerla vigente. Pero de esto nos ocuparemos en otro apunte.

La ‘pax’ de los primeros días no fue más que una ilusión; una pausa destinada a reponerse de la derrota electoral, reagrupar fuerzas, evaluar el rumbo que adoptaría el nuevo gobierno y, consecuentemente, diseñar las nuevas estrategias.  

Y llegó la pandemia. El gobierno, rápidamente, adoptó un paquete de medidas: cuarentena rigurosa y un aluvión de dinero asignado a reducir, en lo posible, el impacto negativo de la crisis que se avecinaba: ingreso familiar de emergencia, bono para trabajadores de la salud y fuerzas de seguridad, créditos para empresas a tasa subsidiada, precios máximos para los productos básicos, construcción y equipamiento de hospitales, entre otras.

Dichas medidas tuvieron un respaldo generalizado por parte de la población y de un sector de la clase política. La imagen positiva del presidente se disparó hasta llegar a un 80%. Solamente los grupos más radicalizados de la derecha conservadora y de la izquierda apenas si esbozaban algunas críticas. Al fin de cuentas, tan alto grado de aprobación no era para ser ignorado, pues, sin duda, muchos de sus propios votantes compartían, ahora, esa visión positiva. 

No obstante, se encendieron las alarmas en esa entidad imprecisa del mundo de los negocios a la que solemos designar como: 'los mercados'. El elevado índice de adhesión representaba un peligro en ciernes, puesto que podía alentar la adopción de medidas tendientes a socavar los derechos adquiridos durante la administración anterior.

Así fue como, aprovechando la baja imagen de Cristina, evidenciada en las encuestas, se desplegó, a través de los medios corporativos y las redes sociales, una intensa campaña dirigida a instalar la idea de un presidente sometido al liderazgo de su vicepresidenta. 

El propósito era evidente: generar una brecha, no solo en el seno del gobierno sino también entre las distintas fuerzas que conformaban el frente,.con la intención de quebrantar la capacidad de acción del sector más combativo contra las corporaciones, y, a la vez, allanarle el camino al presidente para orientar el rumbo del gobierno hacia posiciones más liberales. Por cierto, la estrategia se sustentaba en la idea de que las convicciones de Alberto Fernández se inclinaban en este sentido, a saber por su trayectoria política y declaraciones después de haber renunciado a su cargo en el gobierno de Cristina Kirchner.

Muchos,verán en este razonamiento el producto de una mentalidad conspirativa, sin embargo, estimados lectores, consideren si puede ser atribuible a la casualidad una sucesión de editoriales y notas periodísticas, casi simultáneas,  cuyos contenidos discursivos, exhiben una llamativa coincidencia

Veamos algunos ejemplos:

Ricardo Roa en clarín (20-03-2020): “[...] Cristina, que se fue a Cuba en medio de la cuarentena fiel a la vieja consigna del matrimonio Kirchner: en las crisis, mejor no estar. Con ella lejos, Fernández pudo armar por primera vez un espacio de liderazgo propio y disimular la falta de arranque del gobierno en los primeros cien días, en los que apostó casi todas las fichas a la negociación por la deuda. Sigue la pregunta de siempre: ¿Qué pasará ahora con Cristina en Buenos Aires?”

Jorge Lanata durante la entrevista con Fontevecchia: (01-04-2020): “[...] la disputa (de Alberto) con Cristina se aceleró mucho más de lo que todos pensábamos. Es una contradicción con muchas aristas. [...] Me contaban el otro día de una frase privada de Alberto Fernández. Te la cuento porque no es nada terrible. Alberto dice: ‘Soy el Rivotril de Cristina’. No sé cuánto tiempo dura eso. Es muy complicado cuando la discusión por el poder trasciende su propia intimidad. Y eso pasa cada vez más”.

Laura Di Marco citando a Jose Nun (08-04-2020): "[...] Tenía la esperanza de que Fernández nos condujera en la transición del populismo autoritario hacia la democracia."

Alfredo Leuco en su programa Palabra de Leuco (14-04-2020): “El principal problema político de Alberto Fernández es Cristina. Ella se comporta como una enemiga en lugar de hacerlo como su socia y compañera de fórmula. [...] Está enojada con el Presidente por varios motivos. Pregunto yo: ¿no le parece raro que Cristina no haya dicho una sola palabra sobre el combate contra el virus? [...]”

Luis Majul en su programa Mirá lo que te digo (14-04-2020) “[...] ¿Sabés por qué Cristina no habla? ¿Sabés por qué su silencio es cada vez más estruendoso? Porque está celosa de Alberto Fernández [...] "Entonces, subrepticiamente en secreto, porque así funcionan las orgas, junto a sus incondicionales, Cristina trabaja en un plan para transformarse en alternativa cuando en el caso de que la recesión económica le explote en la cara al Presidente [...]”

Eduardo Paladíni en Clarín (21-04-2020): “Se abre una brecha entre Alberto Fernández y Cristina Kirchner”

Ernesto Tenembaum en Infobae (26-04-2020): “[...] el Presidente y Rodríguez Larreta disputan contra Cristina Kirchner y Macri, que intentan una y otra vez imponer el tono rupturista y conflictivo [...]”.

Pero si algo se necesitaba para enardecer los ánimos, la sola mención de un proyecto para gravar la riqueza[8] fue la gota que colmó el vaso.

La presión mediática desplegada hasta ese momento no había rendido los frutos esperados. Las encuestas continuaban reflejando un alto grado de adhesión a la figura de Alberto Fernández y al rumbo tomado por el gobierno. 

Al stablishment económico-financiero se le pusieron los pelos de punta. La reacción fue inmediata; antes que el proyecto se consumase, las principales entidades patronales del país, reunidas en el Foro de Convergencia Empresarial, expusieron su posición mediante una carta abierta, reforzando, de esta forma, sus actividades de ‘lobby[9] llevadas a cabo normalmente en las sombras

El texto expone sin rodeos ni ambigüedades las pretensiones del sector. Después un inicio políticamente correcto’ y, si se quiere, complaciente para con las disposiciones gubernamentales, aparece el el inefable ‘pero...’ (un giro retórico que opera cuestionando lo expresado en el párrafo anterior), a partir del cual revelan la real finalidad del pronunciamiento. 

“[...] anular rápidamente las medidas de emergencia de carácter eminentemente transitorio sobre controles de precios [...] crear nuevos impuestos al patrimonio y a las ganancias de las empresas es un antecedente sumamente negativo para recrear el clima de inversión.”

Como ya es costumbre, apelaron a la estrategia de la zanahoria, como único argumento, asociada a la amenaza recurrente, que, en términos coloquiales, sonaría algo así como: ‘no se metan con el mercado o con nuestras utilidades porque suspendemos las inversiones’

Sin duda alguna, para estos grupos el enemigo no es tanto el Covid-19, como un estado que interfiera con sus negocios.  

Recrudecieron, entonces, los aumentos de precios (particularmente los de la canasta básica), el desabastecimiento de productos esenciales y los despidos masivos por parte de las empresas líderes, en un franco desafío a las disposiciones vigentes. Al mismo tiempo, se desplegó toda una batería de resistencia a través de los ejércitos de trolls, con sus mensajes apocalípticos sobre el regreso del autoritarismo y la dictadura, una andanada de ‘fake news’ inundaron las redes y los principales medios; proliferaron vehementes editoriales de columnistas y comunicadores, y surgió el movimiento de los ‘anti-cuarentena’.

En fin, la grieta floreciendo con su máximo esplendor.

Durante una movilización (mientras escribía este apunte se sucedieron otras con el mismo tenor), convocada en nombre de la defensa de la libertad, tuve la ocasión de ver reacciones histéricas y oír proclamas delirantes (dignas de ser incluidas en un canon de teorías de la conspiración): “la pandemia es falsa”... “el virus fue patentado”... “la OMS es corrupta, declaró la pandemia con solo tres casos aprobados"... “utilizan las vacunas para controlar a la gente, implantándole chips”... “es un invento del sionismo internacional”... “con la excusa de la pandemia quieren instalar un nuevo orden mundial”...  “(el virus) fue creado por CIA”, entre otras consignas que repetían literalmente (en una muestra de excelente memoria) los dichos de distintos comunicadores y políticos 

Esa movilización contó con una presencia variopinta de libertarios, republicanos, neo-nazis, nostálgicos de las dictaduras militares, terraplanistas, antivacunas, conservadores radicalizados, entre otros, fogoneados por una retórica alarmista e incendiaria (algunas con declarado contenido anticiencia 20-05-2020—), por parte de periodistas, políticos y miembros de la farándula.

El aislamiento (cuarentena) es un recurso al que apeló la humanidad desde hace siglos para demorar, minimizar o detener la propagación de una plaga, cuando no existen las vacunas. Siendo así, adjudicarle un cariz político-ideológico a las restricciones destinadas a preservar la salud pública, solo se justifica  cuando la intención es la de otorgarle legitimidad a una obstinada oposición que sería muy difícil (sino imposible) de sostener si los argumentos se mantuviesen dentro del campo de la racionalidad. 

El periodista Longobardi, tal vez ansioso por cuestionar los dichos de Kicillof[10], explicitó el real objetivo bajo el cual se unifican todas estas protestas, en el transcurso de la entrevista que le realizara Leuco (hijo) en su programa Ya somos grandes, emitido por TN —28’38’’— (21-05-2020),

“[...] Cuando Kicillof plantea, en el tono en que lo hace, que la normalidad ya no existe... ahí cambió el sentido sanitario de la cuarentena para volverse en una cuestión ideológica o, en todo caso si se quiere, política. La cuarentena como el éxtasis del estatismo total, ¿no es cierto? Vos no podés ir ni al banco sin pedir permiso, ¿no es cierto?”.

Por su parte, Morales Solá, en un extenso editorial (27-05-2020), se esfuerza por relacionar la pandemia, la cuarentena y la economía con la nueva idea fuerza esgrimida por la derecha vernácula: la libertad.

Ya el título anticipa la conclusión. “Coronavirus en la Argentina: la cuarentena está en conflicto con la libertad...”

Y sí, es obvio que las cuarentenas representan una limitación a la libertad. También la prohibición de circular en un vehículo a 140 Km/h por la ciudad o salir desnudo a la calle (aunque esto no configure peligro para la comunidad, y, seguramente, la prohibición se debe al intenso lobby de las fábricas de indumentaria). 

Es tarea ineludible de los gobiernos arbitrar las medidas y los medios necesarios para proteger a las sociedades ante factores o agentes, internos o externos, que pongan en riesgo la integridad de sus miembros. De hecho “[...] nuestro Código Penal[11] prevé expresamente la tipificación de ciertas conductas humanas que ponen en peligro la «salud pública» y, en cuanto tales, es decir desde que representan un peligro de lesión para dicho bien jurídico, las reprime con importantes penas de prisión”[12].

Más adelante en el texto, el periodista desliza, como al pasar, el verdadero alcance de su demanda.

Estudios serios advierten que la caída del PBI de este año podría rondar el 10 por ciento. Sería peor que la de la gran crisis de principios de siglo. Entonces, la caída de dos años, 2001 y 2002, fue del 14 por ciento. Otra vez el argumento de que la crisis económica sucede en todo el mundo no es una razón para que aquí no se hable de la economía.”

Y finaliza diciendo:

“[...] No importa si los temas son la pandemia, la cuarentena, la economía o la propia libertad. Una mayoría de la sociedad argentina es demasiado sensible a la vigencia de sus derechos. Por eso, el debate sobre la libertad solo ha comenzado.”.

¡Ah!, el mágico sonido de las palabras

Pero, más allá de lo obvio, ¿cuál es el mensaje que subyace en estas fervorosas proclamas?

En principio, el llamado a preservar la 'libertad' guarda una llamativa coincidencia con la demanda de ‘normalidad’ formulada por Longobardi en su respuesta a los dichos de Kiciloff.

Normalidad, libertad. ¿No están ambos clamando por lo mismo? ¿Cuál sería esa normalidad/libertad que tanto ambicionan? ¿La normalidad de un país donde el 40% de la población viva libremente bajo la línea de pobreza?, ¿un país donde es normal que la especulación financiera sea libre, al punto de estar institucionalizada?, ¿un país donde es normal que la libertad de los mercados determine el rumbo de la economía?, ¿un país donde es normal que la fuga de divisas sea libre y legal?. Nadie lo  explicita abiertamente.

Cae de suyo que una vez superada esta pandemia las cosas no serán como antes.

Debido a que las crisis dan forma a la historia, hay cientos de pensadores que han dedicado sus vidas a estudiar cómo se desarrollan. Este trabajo, lo que podríamos llamar el campo de los "estudios de crisis", muestra cómo, cada vez que la crisis visita una comunidad determinada, la realidad fundamental de esa comunidad queda al descubierto. Quién tiene más y quién tiene menos. Donde yace el poder. Lo que la gente atesora y lo que temen. [...] Pero los desastres y las emergencias no solo arrojan luz sobre el mundo tal como es. También abren el tejido de la normalidad. A través del agujero que se abre, vislumbramos las posibilidades de otros mundos.[13]   

Asimismo, trabajos realizados sobre epidemias del pasado demuestran que aquellos países en los cuáles se impusieron estrictas restricciones a la actividad y circulación de personas, recuperaron sus economías más rápido que otros, en los cuales se adoptaron medidas menos restrictivas. Además, y esto ya es comprobable en el presente, en los países sin cuarentena o cuarentenas más laxas, no solo las muertes ascendieron a millares, sino también la actividad económica continuó cayendo, el número de desempleados aumentó a cifras sin precedentes y los comercios cierran por falta de ventas.

La pandemia ha transformado la forma en que gastamos dinero. A principios de abril, la confianza del consumidor estadounidense sufrió una disminución semanal récord. Las tiendas y centros comerciales están vacíos o cerrados...”[14]

La demanda obsesiva por volver a los negocios, aún a riesgo de incrementar los contagios (se sabe que cuánto más aumenta la movilidad, los casos comienzan a crecer), más que aprovechar una circunstancia coyuntural con fines políticos, tiene como objetivo iniciar un ‘tour de force’, 'marcar la cancha', sobre cuál será el rol del estado una vez que hayamos superado esta etapa. Porque será en el campo económico dónde se llevarán a cabo las batallas más encarnizadas.

El resultado político de la epidemia se decidirá, como todos los resultados políticos, por la lucha, por las batallas sobre la interpretación, al señalar qué causa problemas y qué los resuelve[15]

Sería necio ignorar las consecuencias económicas de la pandemia. Los sectores de la población con menores recursos, dependientes de un ingreso diario para subsistir, y los pequeños empresarios que ven como desaparecen sus pocos ahorros a causa de la inactividad, son los más afectados; no obstante, todos, sin excepción, deseamos proteger nuestra salud, preservar lo mucho o poco de nuestro patrimonio y llegar en las mejores condiciones posibles al momento en que la pandemia termine.

Ante una crisis que pone en riesgo la economía de la nación a la vez que la salud y la vida de los ciudadanos, cabría suponer que las fuerzas vivas de dicha comunidad se unirían en un bloque monolítico para enfrentar la catástrofe; renunciarían a los intereses sectoriales, unificarían esfuerzos y la solidaridad se impondría por sobre las ambiciones. Pero, tal vez esto sea mucho pedir a la totalidad del género humano.

Se suele afirmar que las crisis profundas exponen a los individuos. Así, al mismo tiempo que aparecen los que, silenciosa y abnegadamente, se aplican a la ayuda del prójimo, incluso arriesgando su propia integridad, también surgen los otros, los que sobreponen sus intereses por sobre el de los demás, sin miramientos ni consideraciones.

Recuerdo una serie americana (olvidé su nombre) en la cual la tierra era invadida por extraterrestres y, mientras gran parte de la humanidad, ante el peligro de extinción, se unía en la resistencia, algunos colaboraban con los alienígenas a cambio de conservar sus privilegios.

“El credo liberal y su variante económica colocan la idea de valores mejores o peores fuera del alcance del debate público y de la política”[16]

En efecto, para el mundo de los negocios y de las finanzas las argumentaciones de índole emocional o ético no figuran entre las variables a considerar. 

Quienes ambicionan conservar la ‘normalidad’ de los privilegios obtenidos durante décadas, combatirán cualquier atisbo de cambio. Y para ello, intentarán socavar la credibilidad, la imagen y la capacidad de acción de aquellos que puedan representar una amenaza para la posición que detentan.

El caso Vicentín es una muestra notoria de lo expuesto. Sectores corporativos y grupos radicalizados de la población originaron acciones de agitación social, invocando la defensa de la propiedad privada, en franca oposición a las medidas anunciadas por el gobierno sobre la compañía, aún cuando pesan sobre sus directivos probadas imputaciones de fuga divisas, lavado de dinero, evasión fiscal y acciones fraudulentas en contra de productores, el Banco Nación y otras instituciones bancarias locales e internacionales[17].

No menos reveladora es la reacción, diría desmesurada, por parte de un sector del periodismo ante las denuncias contra periodistas involucrados en tareas de espionaje sobre personajes de la política, la comunicación, empresarios y movimientos sociales. En este caso se interpuso el argumento de atropello a libertad de expresión, desconociendo por completo las grabaciones, mails y ‘chats’ que obraban como pruebas. Curiosamente, o no, nadie hace mención al discurso de la canciller alemana, Angela Merkel, en el cual aborda el tema de la libertad de prensa.

Con este panorama en vista, es momento de volver a nuestro interrogante inicial: ¿y después qué?

Si bien las pandemias afectan la estructura socio-económica de un país como un todo, me permito diferenciar dos escenarios, solo a los fines descriptivos

a. El de los individuos. 

Sin duda, algunos cambios en nuestras conductas pasarán a formar parte de una nueva normalidad, tal vez más generalizadas y permanentes entre los miembros de los grupos de riesgo, mientras los más jóvenes, seguramente, abandonarán estas prácticas en poco tiempo y retomarán sus antiguas rutinas.

 De todos modos, con sus más y sus menos, consciente o inconscientemente, buena parte de la sociedad habrá de adoptar comportamientos impensados meses atrás: mantener el distanciamiento con ajenos al círculo íntimo, incorporar el lavado de manos frecuente como algo rutinario, evitar el saludo a extraños con un beso o estrechando las manos, eludir, dentro de lo posible, las aglomeraciones y los medios de transporte en las horas pico, consultar al médico ante cualquier síntoma similar a la gripe, ser más cauteloso a la hora de socializar; no será extraño ver gente con barbijos o tapabocas circulando por las calles, el alcohol en gel se establecerá como un insumo de uso cotidiano. Los psicólogos, por su parte, anticipan que muchas de las secuelas de este proceso se harán evidentes con el transcurso del tiempo. Entre las principales afecciones mencionan: “ansiedad, depresión, fobias, trastornos obsesivos o adaptativos, el síndrome Post-UCI (de quienes han pasado por unidades de cuidados intensivos en hospitales), o el denominado ‘duelo complicado’”[18]; mientras, una parte de la población prolongará el temor a salir de sus domicilios.

 Otra secuela que nos dejará la pandemia está relacionada con la seguridad. 

La caída de la actividad económica, que ya se registra en todos los países del mundo, ocasionará un aumento significativo de la desocupación y la marginación. Esto traerá aparejado el crecimiento de los delitos, en particular los denominados de ‘supervivencia’; (robar para comer). De hecho ya se registra una mayor cantidad de robos y hurtos, realizados por personas sin antecedentes penales 

b. El espacio económico-social.

En párrafos previos vimos cómo los grupos económicos, en cuyas manos se concentra buena parte de la economía del país, asistidos por los medios corporativos, desplegaron una amplia campaña, encubierta bajo los lemas anticuarentena y libertad, con el propósito de dividir y debilitar al gobierno. Y, en cierta medida, lograron su objetivo.

La marcha atrás en el mencionado caso Vicentín, la postergación, sin fecha,  para el tratamiento del proyecto de ley que impone un impuesto a las grandes fortunas, la convalidación de la deuda, sin una investigación previa sobre la legitimidad de la misma, requisito que se había anunciado durante la campaña, la flexibilización de la cuarentena, mientras los contagios y fallecimientos ascendían a sus picos máximos, reflejan la vulnerabilidad del gobierno ante el ejercicio de estos mecanismos de presión. 

Según Management and Fit, sigue cayendo la imagen positiva de Alberto Fernández. Mariel Fornoni directora de la consultora comentó en el programa Lanata sin filtro (12-06-2020 <1:09:50>): “[...] Cuando la curva, digamos, de los días y de los infectados y demás crece, la curva de aprobación de gestión y de las expectativas de aprobación de la economía, decrecen” ...Lanata esboza una conclusión: ”Se podría decir que Alberto está empezando a pagar el costo de la cuarentena” “Si [...]”, responde Fornoni.

Ciertamente, todos los sectores y niveles de la actividad económica están siendo afectados en una magnitud sólo comparable a la crisis del 2001, y las pequeñas y medianas empresas, que venían padeciendo un profundo deterioro desde años anteriores, están siendo diezmadas por los efectos de la recesión pandémica. Muchas, que se vieron obligadas a cerrar sus puertas, no podrán retornar a la actividad; otras, que resisten a duras penas, gracias a los subsidios otorgados por el gobierno, tendrán el mismo destino cuando, inevitablemente, en algún momento, estos flujos de ayuda sean revocados.

Sin embargo, para unos pocos, la pandemia significará una invaluable oportunidad de negocios. Los grupos más poderosos de la economía consolidarán sus posiciones dominantes en los sectores que les son propios, y no desperdiciarán la oportunidad para ampliar su rango de negocios hacia otras actividades, aprovechando los despojos que la peste haya dejado a su paso.

Es previsible, entonces, una mayor concentración en la oferta de insumos intermedios, artículos de consumo y servicios, a manos de aquellas compañías que pudieron soportar el chubasco por tener una posición económico-financiera más sólida y acceso al crédito más allanado.

Ello traerá acarreado una mayor desocupación (ya hay señales al respecto), con sus consabidas secuelas: flexibilización laboral, de hecho, proliferación de los contratos basura, aumento del trabajo en negro y baja generalizada del salario real. .

Las tarifas de los servicios públicos representan otro problema. Si bien, es posible que se conserve alguna regulación sobre las mismas, los aumentos serán inevitables, y no es necesario ser adivino para concluir las derivaciones inmediatas: suba generalizada de precios, un mayor número de la población cayendo debajo de la línea de pobreza y el crecimiento de la desigualdad y de la marginación.

Por su parte, el estado se las verá en figurillas a la hora de arbitrar medidas destinadas a lograr una mayor recaudación, no solo para cumplir con los compromisos de la deuda pactados con los bonistas y el FMI (en el caso en que se arribe a un acuerdo), sino también, para solventar programas de subsidios y ayuda comunitaria a fin de paliar los efectos de la pandemia sobre una sociedad que ha quedado dañada, y a la vez, preservar su base electoral.

En el ámbito internacional las cosas no son distintas.

“Después de cuatro días y cuatro noches de difíciles negociaciones, los líderes de los 27 países de la Unión Europea lograron llegar a un acuerdo para cerrar el presupuesto del bloque hasta 2027 por 1.8 billones de euros, incluido el Fondo de Recuperación de 750.000 millones de euros para ayudar a los países más afectados por la pandemia.”[19]

En tanto, los endiosados mercados financieros, a los que, muchos sostienen, debemos seducir, continuarán especulando, sin importar las consecuencias de sus procedimientos..

Todo esto no hace más que presagiar un futuro sembrado de conflictos, originados en la lucha por la distribución del ingreso y la defensa de derechos adquiridos.

Antes de finalizar, no quisiera pasar por alto el diálogo que tuve la oportunidad de escuchar, porque considero que revela, con llamativa transparencia, las intenciones de algunas esferas del poder. Se trata del que, en un supuesto tono jocoso, mantuvieron Longobardi y Lanta, el 18 de junio, durante un bloque, a modo de puente entre los programas Cada mañana y Lanata sin filtro, al cual denominan 'el pase’.

Ese día se cumplía el aniversario del discurso que, en 1940, había pronunciado Charles de Gaulle por la BBC de Londres, convocando a la resistencia contra la ocupación nazi en Francia; discurso que, cabe mencionar,  tuvo escasa repercusión en los medios de la época.

En esta ocasión, Lanata irrumpe en la transmisión parodiando un saludo en francés, y enseguida dice: “Acá estamos esperando para resistir”, a lo cual Longobardi responde: “[...] En tren de resistir, vamos a resistir contra algo [...] Si de Gaulle presentó resistencia desde otra ciudad que no era francesa, que era [...] Inglaterra en Londres, nosotros perfectamente podemos presentar resistencia desde Buenos Aires”. Y más adelante acota: “[...] Lo importante, fijate Jorge, es el papel de la radio [...] de Gaulle hizo historia a partir de un comentario de cinco minutos en una radio”. En este punto interviene la locutora, María Isabel Sánchez: “¿Y nuestra resistencia que va a ser Marcelo? ¿A qué nos vamos a resistir?... Porque hay que buscar el enemigo primero”. Longobardi le traslada la inquietud a Lanta: “¿A qué podemos resistirnos Jorge?”. M. I. Sánchez observa: “Tiene que ser una causa nacional “. Alguien menciona un nombre, supongo el de un director de radio Mitre. Todos ríen y asienten.  Más adelante Longobardi comenta: “[...] Vos pensá que la resistencia francesa era justamente una minoría... Esa es la gracia, ser pocos... Hacer la lucha más heroica... ¿Te motiva, Jorge, la resistencia que estamos inaugurando el día de la fecha?”.”Si, claro, hay que aplicar la ‘guilloton’”, responde Lanata, simulando un tono afrancesado, mientras se oían las risas y comentarios de los demás integrantes de ambos programas. Seguido, Longobardi retoma la palabra: “[...] Es una causa noble, es una causa noble seguro —reafirma Longobardi—. ¿Es una causa justa? Justa —se responde a sí mismo—. ¿Es una causa peligrosa?”.Se oyen exclamaciones a modo de asentimiento. Continúa Longobardi “¿Heroísmo, valentía y coraje?” Los demás vuelven a dar muestras de aprobación. “Bueno, tiene todas las condiciones, nuestra causa por la resistencia [...]”. Y así, la conversación se extendió, con el mismo tenor, por espacio de 17 minutos 54 segundos.

¿Clarito, no? Después, nadie diga que no avisaron

Siempre existirán individuos o grupos de interés que pretenden usufructuar las crisis en beneficio propio, y, ante tales conductas, el estado, que es de todos y para todos, tiene el deber inalienable de poner coto a estas ambiciones.

Hemos visto que el gobierno ha mostrado rápidos reflejos para operar sobre la coyuntura, asistiendo a los sectores más golpeados por la pandemia, pero queda la duda hasta dónde está dispuesto a llegar con las reformas necesarias para salir de un modelo económico de país extractivo primarizado.

Durante años hemos oído a políticos, académicos e intelectuales, manifestar que ‘nos debemos un profundo debate sobre el país que queremos’, y aquí se detienen; nunca van más allá del enunciado. En tanto, los que formulan alguna propuesta, intentan persuadirnos sobre la necesidad de seducir a los ‘mercados’, recrean ideas propias de fines del siglo XIX o bien no hacen más que desplegar un rosario de opciones cosméticas a lo ya establecido, sin siquiera rozar las causas profundas (demasiado cercanas a las de una república bananera), que alimentan las crisis recurrentes y originan colosales desigualdades en el entramado social.

Tal vez sea ésta una oportunidad para comenzar a generar cambios estructurales en la matriz productiva del país, Ahora bien, ¿posee el Presidente Alberto Fernández la convicción y decisión necesarias para afrontar estos desafíos o, acaso, la nueva normalidad no será más que la vieja normalidad maquillada?


"Todos parecían creer que la peste puede llegar y marcharse sin que cambie el corazón de los hombres"[20]




[1] Frank M. Snowden, profesor emérito de historia e historia de la medicina en Yale, Tomado de una entrevista realizada por Isaac Chotiner para The New Yorker

[2] Se supone que fue la peste bubónica, al igual que la peste negra

[3]A mediados del siglo XIV, entre 1346 y 1347, estalló la mayor epidemia de peste de la historia de Europa, tan sólo comparable con la que asoló el continente en tiempos del emperador Justiniano (siglos VI-VII). Desde entonces la peste negra se convirtió en una inseparable compañera de viaje de la población europea, hasta su último brote a principios del siglo XVIII. [...] En términos absolutos, los 80 millones de europeos quedaron reducidos a tan sólo 30 entre 1347 y 1353.”. (Fuente: National Geographic)

[4] Giovanni Boccaccio, en el prefacio del Decamerón, realiza una dramática descripción del suceso.

[5] Si bien se la conoce por ese nombre, no se originó en España sino en Estados Unidos, pero fue la nación europea la que le dio amplia difusión, informando largamente sobre los casos..

[6] William Garrett. El individuo soberano: cómo sobrevivir y prosperar durante el colapso del estado de bienestar. (1997)

[7] Antoine Lavoisier. (1743-1794). Químico, biólogo y econosmidta francés. Uno de los 72 científicos cuyo nombre figura inscrito en la Torre Eiffel

[8] "La carga recae más sobre quienes menos pueden cargarla" [...] "Como sociedad, debemos hacer todo lo posible para brindar alivio a quienes sufren por el bien público", dijo el presidente de la Fed, Jerome H. Powell

Iniciativas similares surgieron en diversos países. Mientras escribía este apunte se destaca la del movimiento 'Millonarios por la Humanidad' creado por Warren Buffett, Bill Gates y George Soros) "En una carta abierta publicada antes de la próxima reunión de Ministros de Finanzas del Grupo de los 20 (G 20) y de una cumbre europea extraordinaria, el grupo, que se hace llamar Millonarios por la Humanidad, afirmó que los más ricos "tienen un papel fundamental que desempeñar para salvar al mundo". E instaron ayer a los gobiernos del todo el mundo a subir impuestos, "inmediatamente" y de "forma permanente", a los hombres y mujeres más ricospara ayudar a financiar la recuperación tras la pandemia del nuevo coronavirus". Publicado por Bank Magazine

[9] RAE. Lobby: grupo de presión formado por personas con capacidad para presionar sobre un gobierno o una empresa, especialmente en lo relativo a las decisiones políticas y económicas

[10] “Muchos piden volver a la normalidad... La normalidad no existe más” (19-05-2020)

[11] Artículo 202.Será reprimido con reclusión o prisión de tres a quince años, el que propagare una enfermedad peligrosa y contagiosa para las personas.

Artículo 203. Cuando alguno de los hechos previstos en los artículos anteriores fuere cometido por imprudencia, negligencia, impericia en su arte o profesión o por inobservancia de los deberes a su cargo, se impondrá multa de PESOS CINCO MIL ($ 5.000) a PESOS CIEN MIL ($ 100.000); si tuviere como resultado enfermedad o muerte se aplicará prisión de SEIS (6) meses a CINCO (5) años.

[12] Paulo Suarez.  La Tutela de la Salud Pública en el Código Penal Argentino. Microjuris.com (02-04-2020)

[13] Peter C. Baker.  Corresponsal principal del New York Times en la Casa Blanca y analista político de MSNBC. Traducido del artículo original en The Guardian. ‘We can’t go back to normal: how will coronavirus change the world? (31-04-2020)

[14] This is how deeply the coronavirus changed our behavior. Bloomberg (28-05-2020)

[15] Mike Davis. Sociólogo, profesor de historia a la Universidad de California en Riverside

[16] Samuel Bowles, Wendy Carlin. The coming battle for the COVID-19 narrative, para VOX (10-04-2020)

[17] Corporación Financiera Internacional, que forma parte del Banco Mundial, el holandés (La Haya) FMO, ING Bank filial Tokio, Rabobank, de Utrecht (también de Países Bajos, Rama Natixis Nueva Cork. Todos ellos, junto al Credit Agricole de Francia, además de ingresar en la convocatoria conformaron un comité de banco acreedores (steering committee, en inglés), para accionar contra Vicentin SAIC en tribunales extranjeros, por incumplimiento de contratos internacionales. Granar (17-06-2020)

[18] Macarena Valdés, psiquiatra y miembro de la Sociedad Española de Especialistas en Estrés Postraumático.

[19] France24 (21-07-2020)

[20] La Peste. Albert Camus


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