sábado, 1 de marzo de 2025

 



APOLOGÍA DEL MENTIROSO

DECONSTRUCCIÓN FENOMENOLÓGICA DE UN TALENTO RELEGADO... O ALGO ASÍ

 

El presente texto es una trascripción literal del ensayo escrito por el Dr. Bartolomeus Schmitt y García[1] (al menos, así dice llamarse..., si no miente). Por lo tanto, deslindamos toda responsabilidad sobre las molestias, enfados o inclinaciones belicosas, que pudiesen despertar los conceptos aquí vertidos.

 

 

“Ningún organismo vivo puede mantenerse

cuerdo durante mucho tiempo en unas

condiciones de realidad absoluta...”

La maldición de Hill House

Shirley Jackson


“Sólo dicen la verdad los que carecen de ingenio”

El Idiota
Fedor Dostoievsky

ACLARACIÓN PRELINMINAR: A lo largo del texto empleo el término mentiroso, y al respecto deseo puntualizar que me refiero tanto al mentiroso (masculino), a la mentirosa (femenina) así como a cualquier otro género percibido o próximo a percibirse, puesto que, si bien me niego a emplear la voz ‘mentiroses, no deseo incurrir en discriminación alguna.

 

Desde los albores de la historia, la mentira atrajo la atención de los más destacados pensadores en el campo del comportamiento humano. Platón[2], San Agustín[3], Schopenauer[4], Nietzsche[5], Arend[6], Derrida[7], Koyré[8], Ekman[9], por solo mencionar unos pocos, han tratado a esta tan difundida (y diría, injustamente desdeñada) manifestación de la conducta humana. Y no es de extrañar, pues la mentira y sus numerosas máscaras: la invención, la exageración, la manipulación, la impostura, el engaño, el ocultamiento, el subterfugio, el ardid, la argucia, entre otras estrategias con las cuales se la disimula, es el ingrediente insoslayable en las relaciones humanas. Esto podrá sonar insultante a los oídos sensibles, pero, apreciados lectores, respondan con toda honestidad, sin alharacas discursivas sobre la integridad del ser humano, ¿Qué hubiese sido de la humanidad sin la mentira? ¿Cómo serían las relaciones entre los hombres si liberásemos nuestros impulsos más primitivos, que guardamos celosamente bajo las consabidas siete llaves? ¿Qué horrorosos y perversos secretos saldrían a la luz? ¿Existirían las familias o las comunidades de personas unidas para un fin común, si no tolerásemos con buena cara, por conveniencia, piedad, vergüenza, timidez, o simplemente porque la educación que recibimos desde nuestra más tierna infancia fue efectiva en el proceso de socialización? ¿Existirían las naciones o serían un amasijo balcanizado de tribus sumidas en constantes conflagraciones estimuladas por odios ancestrales? ¿Soportaríamos un mundo sin apariencias? Vale aclarar que, aún hoy, con la mentira señoreando en todos los órdenes de la vida, no podemos sentirnos orgullosos de los resultados logrados, pero, aceptémoslo, podría ser peor... Siempre puede ser peor.