Aún cuando los actos de los hombres pueden
estar provocados por diversos motivos: políticos, culturales, comerciales,
religiosos, tradición, costumbres, entre tantos otros, poseen una cualidad
común: su calidad moral[1].
Claro que en estos tiempos posmodernos de un individualismo insensible, se
podría afirmar, sin temor a equivocarnos, que la moral ha pasado de moda.
Sin embargo, asistimos a situaciones
sobre las cuales no cabe otro calificativo que inmorales. Así, es inmoral no
socorrer a los desposeídos y marginados mientras se otorgan prebendas a los
poderosos; es inmoral someter a las fuerzas del mercado el acceso a
medicamentos de quienes padecen enfermedades graves o terminales; es inmoral almacenar
millones de toneladas de alimentos, muchos de ellos próximos a vencer, y no se
los distribuye entre los más necesitados, particularmente niños; es inmoral que
más de un millón de niños se van dormir sin cenar[2], y no
adoptar medidas para paliar esta situación; es inmoral...
Hubo
tiempos en que medidas de tal tenor eran revestidas de una retórica
complaciente, fecunda en excusas, o directamente se las ocultaba; hoy, se las
expone con total desparpajo e impudicia, incluso con orgullo por los
resultados, considerados un mérito de la gestión. Si a ello le sumamos una
sociedad sobreadaptada[3], pues
bien..., bienvenidos a la tierra de los inmorales.
[1] Según la RAE: Perteneciente o relativo a las acciones de las personas, desde el punto de vista de su obrar en relación con el bien o el mal y en función de su vida individual y, sobre todo, colectiva. También: Conforme con las normas que una persona tiene del bien y del mal.
[2] Encuesta de UNICEF
[3] Sobreadaptació RAE: Dicho de una persona: Acomodarse, avenirse a diversas circunstancias, condiciones, etc. [aún cuando esas condiciones lo perjudiquen]